Lamenté mucho la muerte de José Emilio Pacheco, uno de mis
escritores mexicanos favoritos.
Se despidió a los 74 años en la Ciudad de México, misma que
lo vio nacer. Se dice que se tropezó con unos libros y sufrió un golpe en la
cabeza que lo llevó a la muerte.
Casualmente, falleció algunos días después que su amigo y
vecino, el poeta argentino, Juan Gelman, reconocido ganador de festivales
iberoamericanos de poesía y columnista del diario argentino Página/12.
José Emilio Pacheco fue un escritor fabuloso y muy ameno. Utilizaba
un lenguaje muy coloquial y hacía referencias a diversos lugares emblemáticos
de la Ciudad de México.
Seguía la corriente del Realismo. Escribió novelas, cuentos,
crónicas periodísticas y se le reconoce sobre todo en el ámbito de la poesía.
Realizó también traducciones de autores como Oscar Wilde. Estudió Derecho y
Filosofía en la Universidad Autónoma de México e inició sus actividades como
escritor en la revista Medio Siglo.
Obtuvo premios como el Xavier Villaurrutia en 1973 y el Premio Cervantes en
2009, máximo reconocimiento a la labor de escritores españoles e
hispanoamericanos.
La novela Las batallas en el desierto, fue lo
primero que leí de él. Su forma de escribir me atrapó desde entonces y proseguí
con la lectura de El principio del placer, compuesto por seis cuentos y una
novela corta que le da el título a dicho libro. Continué con El
viento distante que lo componen catorce cuentos, casi todos sobre
amores imposibles.
Posteriormente leí un poco de su poesía, particularmente la
compilación “De la edad de las Tinieblas” que trata temas de naturaleza, amor,
día, noche, entre muchos otros.
Tenía un estilo muy dinámico y reflexivo, que realmente
provocaba que el lector entrara en sintonía con los protagonistas. Realmente vale
la pena envolverse en sus lecturas.
Su último texto fue su columna “Inventario”, a raíz de los
80 años del escritor regiomontano Gabriel Zaid, el cual comienza maravillosamente
con un “¿Existirá una palabra para la nostalgia de lo que no fue y estuvo a
punto de ser?
Sus obras son magníficas, aunque es difícil conseguir
algunas ediciones de su narrativa. Ojalá que ahora sea posible encontrar más y
que otros lectores tengan la oportunidad de descubrir lo que fue José Emilio
Pacheco.
Decían que era caballeroso y un conversador cálido y
sencillo que no disfrutaba de las apariciones en público. Me hubiera gustado
conocerlo. Sólo me quedará su recuerdo por algunas de sus fotografías y
especialmente el buen sabor que me dejaron sus obras.
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