Culminó Sochi 2014. Como cada cuatro años, disfruté muchísimo ver los Juegos Olímpicos de Invierno. Tanto la inauguración como la clausura, fueron fantásticas, representando la literatura con Tolstoi y Dostoievsky y el famoso ballet acompañado con la música de Tchaivkoski.
Las mascotas tiernísimas: un osito, una conejita y un felino.
Impresionantes las competencias de snowboard y patinaje artísticos: los saltos, las acrobacias, lo sublime de cada movimiento.
Admirables los atletas que se preparan durante tantos años para una breve participación y que finalicen con gratas sorpresas y otras no tanto.
El compromiso de los rusos, la presión de ganar y lucirse ante sus compatriotas. La patinadora Adelina Sotnikova, fue un ejemplo de eso. Y finalmente, Rusia quedó a la cabeza en el medallero, con 13 de oro, 11 de plata y 9 de bronce.
Personajes como Shaun White, quien llevaba 12 años siendo campeón de
snowboard y de pronto se rompe el ciclo. Y otros atletas que ganaron por
primera vez una medalla.
Finalmente, la vida es así: hay ciclos que duran un tiempo y uno nunca sabe cuánto. Permanece unicamente la satisfacción de haber vivido esos momentos, disfrutar de los frutos obtenidos y aprender de cada experiencia. La vida está llena de sorpresas y es importante cerrar ciclos para dar entrada a nuevos y mejores.
Gozar del proceso, de la fortaleza, de la audacia y sobre todo de la voluntad de establecer metas y el compromiso para hacer todo lo que esté en sus manos por cumplirlas.
Ahora a esperar los juegos de Pyongyang, 2018.
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