En octubre de 2014, como parte del Foro de la Felicidad tuve la oportunidad de asistir a una ponencia del simpático octogenario psicólogo húngaro Mihaly Csikszentmihalyi, y hasta hace poco me di la oportunidad de leer su libro Fluir, un concepto que desarrolló como una vía para encontrar la felicidad.
Fluir implica estar completamente concentrado y envuelto en el presente, sin poner atención a lo que está ocurriendo en el entorno y además, percibir que el tiempo pasa demasiado rápido mientras se está llevando a cabo una acción. Es así como el proceso y la experiencia de la actividad en sí, se convierte en su propia recompensa, como en el caso de los músicos, los artistas plásticos, los escritores, los cirujanos, entre muchos otros. Hay una retroalimentación inmediata en acción.
Un concepto vinculado a "fluir", son las actividades autotélicas, que
se realizan, no por la esperanza de ningún beneficio futuro, sino
simplemente porque hacerlo es en sí la recompensa. Hacer algo porque te encanta (tal vez, por amor al arte) y por la satisfacción que provoca. El autor brinda ejemplos como: dar clases para
formar buenos ciudadanos vs dar clases porque uno se divierte.
Centrarse en las consecuencias en comparación con la actividad por sí misma. Todo depende de los objetivos, pero el enfoque es en el proceso mismo y tener acceso a experiencias acordes con las metas personales y poco a poco ir desarrollando habilidades más complejas.
No se puede quedar atrás el concepto de felicidad y la importancia de enfrentar retos
para llegar a ella (que provoquen que se valore más y valga la pena).
Dicha felicidad y la experiencia de flujo, dependen de la cultura y de
las tradiciones de cada país, región, pueblo, etc, como sería el caso de
las ferias, las fiestas, los rituales religiosos y más, que para unos
los pudiera hacer fluir, mientras que para otros no tendría sentido.
Aborda también el concepto de la complejidad, la cual se compone de dos procesos psicológicos: la diferenciación, que se relaciona con la originalidad, la individualidad y la separación de los demás por habilidades y gustos específicos, y la integración, que implica la integración de las partes autónomas, es decir, la unión con otras personas, con ideas y entidades más allá de la personalidad y donde cada uno tiene una función diferente, como en el caso de los equipos de trabajo.
Conseguir que el instante presente sea más agradable y encontrar un balance en nuestras actividades, son aspectos que destaca el autor en el proceso de flujo. Si las habilidades son mayores a nuestros retos de uno mismo, habrá apatía, aburrimiento, cansancio y no nos sentiríamos completamente envueltos. Si los retos son mayores a nuestras habilidades, habrá frustración. El hecho de tener un equilibrio de habilidades iguales a retos, significará nuevas tareas, nuevo aprendizaje y por lo tanto, una experiencia de flujo.
A lo largo del libro, va abordando diversos conceptos, mencionando ejemplos ilustrativos y explorando las grandes ventajas de la
experiencia de flujo. Algunos ejemplos que se pueden rescatar: el desarrollo de
habilidades y el reconocimiento a uno mismo al darse cuenta de los
desafíos que es capaz de enfrentar: el desafío de aprender durante toda
la vida, el manejo del estrés; la importancia de mantener rituales y rutinas; la relevancia de los lazos familiares; disfrutar de la soledad y de los demás;
la lucha por mantener el orden y evitar que la atención divague y uno empiece a tener pensamientos caóticos, en lugar de mantener la mente ocupada (en pocas palabras, la importancia de la terapia ocupacional); gozar del trabajo y del tiempo libre; cultivar el propósito y otorgar significado a su experiencia, etc.
Fluir es una obra grandiosa, que provoca reflexión y para irse analizando poco a poco y con calma. Estos libros, más que para leerse rápido, como en el caso de ficción, invitan a ser analizados para captar poco a poco los conceptos, con la intención de ponerlos en práctica y que contribuyan a una vida mejor.
Definitivamente, vale la pena leerlo.
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